Las 343 sinvergüenzas, yo, la 344
En abril 15 de 1971, el Movimiento de Liberación Femenino en
Francia inauguró la campaña por la conquista del derecho del aborto. En el
periódico Le Monde se publicó un Manifiesto firmado por 343 mujeres que
reconocían públicamente haber abortado. Entre ellas figuran Simone de Beauvoir,
Margarite Duras, Jean Moreau, firmando el manifiesto que declaraba en uno de
sus puntos: “...Se hace silencio sobre este millón de mujeres. Yo declaro ser
una de ellas. Yo declaro haber abortado”. Periodistas, obreras, intelectuales,
amas de casa, escritoras y muchas otras salen de su intimidad para reivindicar
el derecho a elegir.
Desde entonces una ley que apruebe el aborto ha cobrado
sentido en millones de mujeres que se han encontrado impedidas de hacerse cargo
de su propio cuerpo. Parto de la premisa de que a ninguna mujer le gusta
abortar, por salud física y mental. Muchas hemos pasado por esta situación y
hemos optado por métodos caseros o asistencia clandestina, ante un embarazo no
planificado o no deseado.
¿Para qué nos sirve la mayoría de edad si no podemos decidir
sobre nuestros cuerpos? Quienes hemos abortado no somos criminales, tenemos
conciencia y no necesitamos que políticos, doctores ni religiosos nos presenten
sus leyes fundamentalistas y conservadoras para despertarnos el instinto
maternal. No existe amparo civil donde las ciudadanas podamos encontrar refugio
sobre nuestra condición de ser mujeres; por el contrario, sólo hay
penalización, excomunión e incomprensión para las que se convierten en
apátridas.
Un aborto debería existir sin cuestionamiento en caso de
violación, cuando está en peligro la salud o la vida de la madre, cuando una
mujer mayor de edad y en pleno uso de sus facultades mentales decide una
intervención quirúrgica profesional, asegurando así no quedar estéril. Otra
intervención profesional debería ser la de esterilizar a una mujer cuya opción
de vida es no tener hijos, no optar por ningún método anticonceptivo y
continuar con una vida sexual activa. Esta opción va en directo desmedro del
negocio químico farmacéutico del cual obligadamente somos consumidoras.
Retomando el tema considero que nadie tiene derecho a tomar
decisiones por nosotras, es suficiente la carga social que llevamos en nuestro
cuerpo externo: depilación de axilas, piernas, cejas, maquillaje, nos han
moldeado a través de la historia para agradar, para ser escogidas entre OTRAS,
ser llevadas al altar modelando un vestido blanco. La realidad de hoy en día es
diferente. Sí, bastante diferente después que hemos AUTODIGNIFICADO nuestro
derecho de ser humano, después que nos hemos dado cuenta que somos NUESTRAS,
que no somos una propiedad privada de nadie y para obtenerlo no fue gracias a
una legislación que existente, NO FUE gracias a políticos, doctores ni
religiosos.
Avancemos en la historia, estamos en tiempos modernos, no
hay esclavitud pública, existen los derechos humanos, lo sabemos, pero se
olvidan de que el ÚTERO ES NUESTRO y lo esclavizan.
Fuente: Letralia
No hay comentarios:
Publicar un comentario